El llamado liderazgo democrático o liderazgo participativo se define como el estilo de liderazgo basado en la idea de que los miembros del grupo participen por igual en el proceso de toma de decisiones. Los líderes democráticos se caracterizan por dejar exponer ideas a todos los miembros de su equipo y compartir con ellos la responsabilidad de las decisiones. En detrimento de la pura productividad, los líderes democráticos suelen preocuparse más por la calidad. Además procuran ganarse la confianza y el respeto de su equipo, convirtiéndose en grandes ‘delegadores’, capaces de asignar tareas de manera eficiente.
Entre las ventajas del liderazgo democrático podemos destacar:
- Una gran diversidad de ideas que facilita encontrar la mejor solución a problemas complejos.
- Un entorno creativo que fomenta la colaboración y genera un ambiente relajado en el que hacer planes y contrastar pensamientos.
- Equipos más fuertes y respetuosos, dispuestos a conseguir metas comunes con confianza y admiración entre sus miembros.
- Un aumento de la productividad y del compromiso por parte de la plantilla, pues se ve involucrada y percibe que su voz importa.
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Pero, ¿funciona liderazgo democrático en todos los contextos? Como ocurre con casi cualquier modelo teórico, tampoco el liderazgo participativo es infalible. Por eso, si deseamos ponerlo en marcha, será útil conocer sus debilidades:
- Este tipo de liderazgo ralentiza la toma de decisiones. Más gente está involucrada en ese proceso y tener en cuenta todas las voces puede llevar su tiempo. Eso, curiosamente, puede frustrar a los participantes.
- En una situación de crisis, el liderazgo participativo no suele ser efectivo. La rapidez de respuesta es vital en esos casos y la toma de decisión, de nuevo, puede alargarse.
- La falta de experiencia para tomar decisiones en la mayoría de los miembros de un equipo liderado participativamente puede resultar en un proceso de decisión farragoso y confuso que lleve a soluciones no adecuadas al problema de origen.
- Por último, el líder democrático, a la vez que está comprometido con la escucha de todas las ideas, deberá ser capaz de descartar las necesarias para llegar a una resolución adecuada. Eso puede generar malestar en los participantes que aportaron ideas que no van a seguir considerándose, una sensación de rechazo que el líder tendrá que suavizar a través de una comunicación apropiada.
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Si las ventajas de este estilo de liderazgo participativo o democrático tienen más peso para ti, por los valores de trabajo en equipo, colaboración y creatividad que representa, está claro que has de dibujar planes de acción para los momentos donde pesen más sus puntos débiles. Por ejemplo:
- Guarda todas las ideas que vayan surgiendo. Algunas se descartarán en un momento dado, pero podrían ser útiles en un futuro.
- Crea un flujo de toma de decisiones y una casuística habitual de problemas y soluciones para que los asuntos más frecuentes cuenten con un proceso establecido y se solucionen con rapidez.
- Involucra a la gente adecuada para cada asunto, de modo que las personas con un área de conocimiento dado participen en la toma de decisiones relacionadas con ella.
- Transforma el rechazo en oportunidad, es decir, volviendo al primer punto, comunica que el hecho de que una propuesta se descarte en un momento, no significa que la idea no sea válida y se podrá utilizar en ocasiones venideras.