En 2011, un artículo de Wall Street Journal titulado «Por qué el software se está comiendo al mundo» escrito por Marc Andreessen, cofundador de Netscape Communications y coautor de Mosaic, ya vaticinaba que la hegemonía del mercado pertenecería finalmente a las empresas de tecnología e innovación. Ahora, en 2020, parece que acertó. En la actualidad, cinco de las multinacionales más importantes del mundo pertenecen al sector tecnológico: Google, Microsoft, Amazon, Facebook y Apple.
Sin embargo, Steve Denning en el artículo «Por qué Agile se está comiendo al mundo» publicado en Forbes en 2018, afirma que Andreessen solo tenía razón a medias, pues apunta que: “No es solo el software el que se está comiendo al mundo. Las empresas están aprendiendo, de la manera difícil, que el software requiere una forma diferente de dirigir la organización para tener éxito. Las empresas deben ser ágiles, adaptables y capaces de ajustarse sobre la marcha para satisfacer los caprichos cambiantes de un mercado impulsado por el cliente”.
En otras palabras, la aplicación de una mentalidad más ágil en estas organizaciones ha tenido mucho que ver con su éxito.
¿Cómo surge?
Podemos afirmar que la metodología agile surgió como una respuesta a métodos anteriores más tradicionales y estáticos, buscando una mayor interacción de los individuos en los procesos, así como una mayor colaboración con el cliente. En este sentido, la gestión ágil está basada en el desarrollo de proyectos caracterizados por su capacidad de adaptarse a las necesidades del cliente, debido a su rapidez y flexibilidad, y por una metodología siempre orientada a la obtención de resultados. Ser ágil implica adaptarse a los cambios y ser capaz de ajustar sobre la marcha.
Para retrotraernos a su origen tenemos que situarnos en la década de los noventa. Los modelos tradicionales de gestión no cumplían con las expectativas de muchos profesionales del sector de la industria de desarrollo de software, insatisfechos con una forma tradicional de trabajo que retrasaba excesivamente la entrega del producto final. Esta situación provocó que varios de ellos decidieran arriesgarse y apostar por nuevos modelos más eficaces que, hasta el momento, nunca antes se habían implementado a nivel empresarial.
El Manifiesto Agile
Así, en 2001 se publicaría el Manifiesto Agile, un documento donde se recogían los principios y buenas prácticas, que tan bien habían funcionado en las principales empresas de software del momento, mejorando la gestión de sus proyectos.
El éxito en este sector hizo que se empezase a implementar en otras áreas. Poco después, los mismos impulsores del manifiesto se reunieron en la ciudad norteamericana de Snowbird y decidieron formalmente agrupar al conjunto de nuevas herramientas que habían utilizado en sus empresas bajo el nombre de Agile, denominación que alude directamente al objetivo por el cual habían sido implementadas: la agilidad y el máximo rendimiento. De esta forma, herramientas como Agile Modeling, Scrum, Crystal Clear o Extreme Programming cobran una mayor relevancia.
¿Qué beneficios nos aporta?
Las empresas que apuestan por una metodología agile consiguen gestionar sus proyectos de una forma más flexible, autónoma y eficaz, logrando incrementar su productividad y reducir sus costes.
Con esta metodología, el producto no es planificado ni diseñado por adelantado, sino que va evolucionando en base a los bucles de retroalimentación generados en los distintos sprints o períodos de 2 o 3 semanas, durante los cuales cada profesional del equipo de trabajo ejecuta un conjunto de tareas. Al finalizar cada sprint, se realiza la entrega de los avances y se vuelve a iniciar el mismo proceso. De esta manera, el cliente va recibiendo periódicamente novedades y su feedback puede ayudarnos a la hora de identificar prioridades e introducir nuevos cambios.
El proceso se puede dividir en varias etapas:
- Evaluación de procesos vigentes y la estructura de la organización.
- Sugerencias de mejora y optimización de procesos.
- Diseño de la aplicación en colaboración con el cliente.
- Implementación de la aplicación.
- Evaluación y monitoreo.
Entre los beneficios que aporta la implementación de la metodología agile a las empresas, destacamos los siguientes:
- Un mayor protagonismo al factor humano. En detrimento de los procesos y las herramientas, la motivación de los empleados asignados a un proyecto se traduce en una mayor satisfacción de los miembros del equipo y en mejores resultados para la empresa.
- Una mayor rapidez en la entrega. La implementación de la metodología Agile en un equipo de desarrollo transforma la organización hacia una estructura más flexible que puede realizar entregas de diferentes versiones en un breve plazo de tiempo.
- Una mayor calidad del producto. Las revisiones constantes garantizan una mejor adaptación al cambio, minimizando los errores en las entregas.
- Un incremento del valor añadido. Esta metodología de trabajo, así como una mayor interacción con el cliente nos permite obtener una mayor cantidad de información, aportando valor añadido y evitando disfuncionalidades sobre el plan.
- Una mayor satisfacción del cliente. Debido a la implantación de un cauce de comunicación más colaborativo y cercano, con feedback recurrentes, el cliente puede sentirse uno más del equipo, consiguiendo un mayor nivel de satisfacción.